ATRAPADO  EN  LA  CUEVA

Queríamos subir a la cumbre de la montaña, para tener una vista panorámica  de la región. La montaña  tenía una ladera algo empinada, pero permitía  el ascenso. Una vez arriba después de caminar un largo trecho, disfrutando  de una hermosa vista, topamos con la entrada a una  cueva. Nos quedamos sorprendidos mirando la entrada, porque no tenía aspecto natural, era rectangular, como si hubiera sido  hecha por el hombre. Rodolfo quería entrar pero Carlos  dijo, sería una tontería meterse, en la oscuridad  no se ve el piso y podemos caer en un pozo. Como sentíamos curiosidad por saber algo sobre su origen, decidimos volver al pueblo, para averiguar sobre su existencia. A cada persona que preguntábamos sobre la cueva, nos daba una explicación distinta, sospechábamos que  ni ellos creían lo que decían. En algo coincidían hablaban de túneles, todos afirmaban que no conocían la antigüedad, ni para que se habrían  hecho y que eran más antiguos que el pueblo. Eso redobló nuestra curiosidad y decidimos explorarlos. En un almacén de ramos generales compramos varias linternas, pilas, sogas, botellitas de agua y cargamos las mochilas también, con barras de chocolates y paquetes de frutas secas, entre otras cosas.

Cuando llegamos a la entrada del túnel, Carlos y  Ricardo se negaron a entrar  aduciendo que se quedaban afuera por si algo salía mal Le dijimos que si después de dos horas no regresábamos, pidieran auxilio. Alumbrando el camino empezamos a recorrerlo, al principio algo encorvados, luego aumentaba la altura pero progresivamente iba descendiendo, después de una hora llegamos a un  punto en que el camino se dividía en tres, con Rodolfo nos quedamos  deliberando cuál  camino  tomar, a mi se me ocurrió decir que si había sido hecho con la intención de  ocultar algo, los que intentaran seguir adelante, tomarían el camino del medio o el de la derecha, por lo tanto tomamos el de la izquierda Con un envase de  pintura en aerosol, cada   tres metros  marcábamos un punto en la  pared. El camino descendía en un ángulo  de  cuarenta grados, llegamos a un ensanchamiento del piso y nos sorprendimos, había un hombre sentado en el suelo. Con larga barba y cabellos desaliñados, el hombre nos miraba con ojos asustados. Se lo veía demacrado, rodeado de insectos que estarían esperando su muerte, para darse un festín. Le dimos una botellita de agua  para que bebiera, porque se lo veía deshidratado, el hombre tomaba el agua de a sorbitos, sin  dejar de mirarnos. Después de un  largo rato  de hablarle, diciéndole que no le íbamos hacerle daño, que   sólo o queríamos explorar el túnel, el hombre con alguna dificultad empezó hablar. Lo primero que dijo fue, váyanse, no sigan adelante es muy peligroso. Hizo una larga pausa, le dimos una manzana y el hombre  se tomó su tiempo para comerla, parecía que había perdido fuerza  hasta para masticar. Lo esperamos  sin impacientarlo  y tiramos  con el aerosol pintura a los insectos para alejarlos. Por fin cuando acabó de comer la manzana empezó su relato.

“Con dos amigos un día se nos ocurrió explorar el túnel,  a igual que están ustedes intentando ahora, llegamos a  un lugar donde el túnel se divide en tres, tomamos el camino del medio y seguimos  adelante, uno de mis amigos dijo, mejor regresemos, pero no  encontramos el camino de vuelta, caminamos tratando de  llegar a la salida, pero en realidad nos estábamos alejando. En un momento sentimos el ruido como de máquinas y pensamos que había hombres trabajando y nos orientamos hacía donde provenía el ruido. Nos encontramos con una ciudad, habitada por gente parecida a nosotros, pero no iguales. Con gestos nos  indicaron que los siguiéramos, el lugar se ve que era donde terminaba la ciudad, que era distinta a las nuestras.  Ellos se comunicaban  por telepatía, mis amigos estaban deslumbrados y parecía como que habían hecho buena relación con ellos. Iban adelante y yo me fui retrasando, en un momento vi a un costado una entrada  y me metí  en  ella, luego se transformó en un túnel, por el que anduve  un tiempo y cada tanto se dividía, no sabiendo yo  cual tomar.  Me había llamado la atención que me hubieran dejado escapar tan fácil, pero luego  encontré la explicación, no encontraría la salida   Después de largo tiempo que pasé caminando, en el que no podía calcular los días, sólo me daba cuenta  del paso del tiempo, por el hambre y la sed que tenía.   Cuando se acabó la provisión de agua que llevaba en mi mochila,  caminé un tiempo más, hasta que agotado me senté aquí”.

Quisimos hacerle más preguntas pero el hombre, estaba agotado, le propusimos llevarlo con nosotros, pero el hombre se opuso, no tenía fuerza para caminar. Le dejamos agua y algunas frutas y le dijimos que íbamos a buscar ayuda.  Levantando una mano como para saludar nos dijo:

“Es  una ciudad fabulosa   sus habitantes son más adelantados que nosotros, pero no vuelvan,  los hipnotizarán y quedaran atrapados”.

 No nos costó demasiado volver,  siguiendo las señales que habíamos colocado.

Una vez afuera nos costó convencer a nuestros amigos,  de lo que habíamos vivido,  Ellos se  estaban preocupando por nuestra tardanza. Estuvimos deliberando que hacer, Rodolfo decía  no podemos dejarlo, sería abandono de persona, que no sólo es mal visto por la sociedad, sino que va contra  nuestra manera de sentir.  Decidimos dar parte a la policía, con ese fin regresamos al pueblito y preguntamos por la comisaría. Nos dijeron que en el pueblo no había y que teníamos que hacer treinta kilómetros, hasta el próximo pueblo. En el  camino, Carlos y Ricardo nos iban acosando con preguntas, que no podíamos contestar, porque sólo sabíamos lo que nos había contado el hombre-

En la comisaría hablamos con un oficial, que nos escuchó atentamente, con paciencia, en un momento hizo un gesto con la boca que no pude descifrar Luego nos dijo que esperáramos y  después de un rato nos hizo pasar a otra habitación para hablar con el comisario  a quien  le dijo:  -los señores quieren entrar en el túnel-;  me pareció irónico el tono con que lo dijo. Esta vuelta el relato lo hizo Rodolfo, el  comisario escuchaba atentamente, con cara de jugador de pócker. Cuando terminó el relato Rodolfo, el comisario dijo- olvídense del asunto, si entran ahí no salen más.  No hubo forma de convencerlo, para que nos de ayuda para rescatar a ese pobre hombre. Nos dijo que a lo largo del tiempo, se comentaba de personas  que se aventuraron a entrar y nunca más fueron vistas. Salimos desanimados sin saber que hacer, Carlos y Ricardo nos pidieron que  repitiéramos lo que nos había dicho el hombre. Carlos decía que si el hombre se había opuesto a salir, para que insistir  Ricardo argumentaba que si eran tan inteligentes, tan fácil no lo iban dejar escapar. A lo que Rodolfo contestaba probablemente sabrían que no iba a encontrar la salida. Carlos a su vez argumentó que si era verdad la existencia de esa ciudad, podían haberlo dejado  salir  para disuadir  la entrada de intrusos. Ricardo dijo el que quiera entrar que entre y trate de convencerlo al hombre para que salga. Es imposible les dije, en el estado que está no  puede caminar. Carlos dijo, quieren mi parecer, todo me parece raro, el paisaje, el pueblo la gente, la policía; es como si hubiéramos entrado en otra dimensión.

Seguimos deliberando un largo rato  pero con pena decidimos abandonarlo a su suerte. Al regresar por el camino que habíamos llegado, pasamos por el pueblo, un policía nos paró y nos dijo:

“El comisario agradece vuestra visita y  su preocupación, pero les pide que no regresen; y ya saben, no vieron absolutamente nada”.

Ciro Artebio