ACELERACIÓN

Hacía ocho meses que había alquilado esa casa,  lo hice porque tenía que escribir una novela  ambientada en la montaña, para  ser usada de guión de una película de suspenso. Una importante empresa cinematográfica,  me había  adelantado dinero, pero me  había fijado un plazo de un año para la entrega.  Había dirigido mi búsqueda a una zona del país, que brindara la oportunidad de conseguir una buena casa para alquilar. Después de  haber visto varias casas,  había elegido ésa por la ubicación, estaba sobre un cerro y para llegar había que subir por  un estrecho camino de tierra en espiral.  Una vez arriba ofrecía una hermosa vista panorámica, hacia  el este veía allá abajo el pueblito y más allá la ciudad junto al lago; hacia el oeste los altos picos nevados.  Había hecho el contrato de locación al principio del verano, por lo que no tenía idea cómo sería  el lugar en invierno, cuando  intensas nevadas impidieron  salir por varios días. Pero la casa estaba bien equipada,  yo bajaba al pueblo sólo  una vez por mes para hacer las compras. Como estaba totalmente amueblada, mi equipaje sólo era de dos valijas con las cosas necesarias para uso personal y por supuesto mi computadora portátil. Necesitaba tranquilidad y la soledad del paraje era ideal para concentrarme, para aislarme aún  más del mundo, no tenía radio, televisión ni teléfono, pero si había llevado  grabaciones de Wagner, Sibelius,Musorgsky , Borodin,  y Tchaikowsky. La música me ayudaba, me despertaba sensaciones y vivencias  que volcaba en la creación literaria. Transcurrían los días y  afortunadamente  avanzaba en la construcción de la novela, pero de repente una rara  sensación me invadió.

Al principio sentía que cada día me alcanzaba menos el tiempo y  empecé a acelerarme para hacer las cosas. Me preocupaba  y pensaba  que algo mal  me  estaba pasando, pero no podía precisar que cosa, como si mi reloj biológico se hubiera alterado.  Era invierno  y la sensación que tenía  era que el tiempo útil disminuía, es decir el tiempo que está presente el Sol, pero también me parecía que las noches se me hacían más cortas. Se me ocurrió pensar, que el aislamiento  podría haber alterado mi percepción, o algo peor, que estuviera haciendo un cuadro de manía, porque dormía poco  y trabajaba mucho.                               No tenía confianza con los habitantes del lugar  para conversar sobre el tema, además había  comprobado  que los montañeses son lacónicos y un poco desconfiados.  

  Cuando  dejó de nevar, fui al almacén del pueblo a hacer las compras y escuché la conversación de los clientes,  comprobé que a los demás parecía que  le  estaba pasando lo mismo.  Entonces  tomé la decisión  de volver a mi casa,  cancelé el alquiler  y con mis dos valijas me dirigí al aeropuerto. Lo hice   impulsado por un pensamiento mágico, que me hizo suponer, que quizás en la montaña, podría  haber alguna especie  de encantamiento  propio del lugar.

Tanto en  el chofer del taxi como en los empleados del aeropuerto  me pareció ver que actuaban nerviosos, pero si les preguntaba algo contestaban con monosílabos.

Ya instalado en mi casa descubrí,  que el tema de la alteración de la conducta en la gente,   estaba instalado en los medios, al principio como pasa muchas veces, con cierta trivialidad. La información se centraba en contar anécdotas, como las que siguen:

  Los pescadores que iban a la orilla del mar  teniendo en cuenta el régimen de mareas, que conocían desde hacía tiempo, se desconcertaban  cada día cuando iban a pescar y comprobaban que  ya había pasado la marea alta. Los agentes de bolsa que operaban con las bolsas de oriente, también se confundían con la concordancia entre los horarios de reloj y  el momento del día. Sin embargo no había ninguna  información oficial sobre lo que estaba sucediendo. Había como un misterio sobre el tema, como si todos los gobiernos del mundo  hubieran recibido una orden de mantener mutismo sobre  ese asunto.  La gente comentaba que a perros y gatos se los veía intranquilos y asustados, hasta los pájaros habían cambiado su conducta y se refugiaban en las casas.                                                    

  Me preocupaba no avanzar con la novela, no podía concentrarme, quería hacer muchas cosas a la vez y terminaba no haciendo nada.  La  reserva oficial sobre el tema, no pudo mantenerse mucho tiempo, porque al  acentuarse el fenómeno, aparecieron astrónomos en los medios que develaron la causa.  La Tierra estaba acelerando la rotación sobre su eje y no podía inferirse cuando ese proceso se detendría. Ellos hacía tiempo lo habían notado, pero habían recibido la orden de no divulgarlo. El tiempo de rotación de  veinticuatro horas  había bajado en forma  sostenida  hasta llegar a veintiuna horas.

Los programas  de televisión, se nutrieron  con gente que tenía información sobre astronomía, que aportaban datos que no tranquilizaban, pero más peligrosos eran, los que con conocimientos reducidos se aventuraban a  pronosticar posibles situaciones apocalípticas. Entre las cosas que se decían podemos citar algunas. Un comentarista   afirmaba, que  al aumentar la velocidad rotatoria,  podría disminuir significativamente la de traslado de la Tierra y  hacerla caer hacia el Sol, en ese caso moriríamos  calcinados. Otro por el contrario,  afirmaba que la velocidad de la Tierra que era de  más de cien mil kilómetros por hora, podría  acelerarse lo que haría salir a la Tierra de su órbita. En ese caso existiría la posibilidad de colisión con  planetas o asteroides, o lo peor aún que saliera de la órbita solar y se transformara en un planeta errante, con temperaturas  de menos  doscientos grados, en ese caso moriríamos congelados. Ante esas noticias, hubo una ola de suicidios de gente que sentía horror, a  padecer cualquiera de las alternativas de muerte que se pronosticaban. La población  angustiada   presentaba un marcado desasosiego,  aumentaron los cuadros  de ataques de pánico, depresión, neurosis, sobre todo lo que mas influía era la incertidumbre, desconocer la evolución de la situación. Otra preocupación de la gente  estaba relacionada con el tiempo de vida. El razonamiento era que si envejecemos por la sucesión de noches y días producida por la rotación de la Tierra, al acelerarse la rotación sufriríamos un envejecimiento prematuro.

En un momento  el gobierno creyó oportuno calmar a la población  divulgando conocimientos sobre el tema.  El expositor oficial resumidamente  decía:

   “El día solar se define como el intervalo entre dos culminaciones meridianas sucesivas del Sol. La rotación de la Tierra se mide,  teniendo como punto de referencia el punto equinoccial Aries o punto gama, determinado sobre la esfera por la intersección de la eclíptica con el ecuador celeste en cada instante.  Agregando que siempre hubo irregularidades en la rotación, que la  Tierra en rotación ha resultado ser un mal reloj y que resultaba más confiable  la medición del tiempo con los relojes atómicos”

. De más está decir que  esta información, no aportaba la más mínima tranquilidad a los habitantes. Lo que quería la gente era saber cómo terminaría esta situación y si habría alguna posibilidad de detener la alocada danza del planeta.

 Lo que era evidente, es  que todas las actividades se habían alterado,  era como tener que reprogramar todo, como si se empezara de cero. En esos días aumentaron  los relatos en diversas partes del mundo de luces raras en el cielo. Hoy al levantarme encendí la radio y estaba el cansador informe del gobierno, pero en la mitad de la lectura hubo una interrupción, seguido de un silencio, cambié de emisora pero no había sonido en ninguna, miré el televisor  no emitía imagen ni sonido.  Fui al teléfono para llamar a un amigo para comentar la situación, pero parecía como si se hubiera cortado el cable. No podía navegar por internet ni usar el correo. Pensé que en algún momento se podría cortar la luz y coloqué  candelabros con velas por toda la casa y me apercibí de una caja de fósforos.  La tarde iba cayendo,  un extraño silencio enmarcaba mi entorno.  Al  anochecer el silencio se hizo total, ni un ruido lejano, ni un canto de pájaro, ningún ruido de insectos, parecía como que toda la  Creación había suspendido su actividad en ese momento. El silencio me resultaba sobrecogedor, un estruendoso silencio parecía detener el pensamiento. Como todavía disponía de la luz eléctrica, se me ocurrió poner una grabación de la obertura de Tannhauser. Alguna vez había dicho que cercano a mi muerte quisiera escucharla, pero me contuve porque me pareció un sacrilegio romper ese silencio. En un momento pensé que  lo que sucedía sería consecuencia de una tormenta solar, pero en ese caso  estarían afectadas las usinas eléctricas, pero había luz. Con la sensación de que algo malo podía ocurrir, me acurruqué en un sillón.  

   De repente  la radio se encendió, una voz muy clara, pero  con tono metálico  hizo  el siguiente anuncio:

“Se dispone fijar  el tiempo de rotación de la Tierra en veintiuna horas.  Por lo tanto se inicia un proceso para ajustar todas las actividades   humanas a ese régimen. De esta manera  a partir de este momento se  inicia una nueva civilización  en este Planeta.”

 Cada diez minutos el breve y monótono  mensaje se repetía  adquiriendo forma admonitoria.

Me quedé como pegado al sillón, desconcertado,  confundido, abrumado, sólo atiné a preguntarme, de dónde salió la voz;  pero me di cuenta que a partir de ese momento, ya todo  sería distinto, que habíamos dado vuelta de página en nuestras vidas.    

Mario  Salvador  Bisaccio